CATEDRAL, TESTIGO DE LA HISTORIA
EL POBLAMIENTO DE LA REGIÓN DE CHIHUAHUA.
La provincia de Santa Bárbara, formada por Parral, Santa Bárbara, el Valle de San Bartolomé y sus alrededores, vivió un período de crecimiento en todos los órdenes. El Real de San José del Parral, se convirtió muy pronto en un serio competidor de Zacatecas. Mientras tanto, sus haciendas agrícolas consolidaban al valle de San Bartolomé como el más importante granero del norte.

Durante los 40 años que siguieron a la fundación de Parral en 1630, el río Conchos funcionó como una virtual frontera para la colonización. Existía un gran territorio sin colonizar entre la Provincia de Santa Bárbara y Nuevo México. Ningún centro de población española, ni minero, ni agrícola, logró prosperar durante ese período al norte de esta cuenca fluvial. Fuera de los cazadores de esclavos, nadie se atrevía a permanecer demasiado tiempo en aquellos lugares.

Solo la actividad misionera de la orden franciscana fue capáz de cruzar el Conchos, se fundaron un buen número de misiones, como son: San Francisco de Conchos en 1604, Santa Cruz de Tapacolmes en 1606, Santiago de Babonoyaba en 1619, San Andrés de los Tarahumares (aproximadamente en 1645), Santa Isabel de Tarahumares en 1650 entre otras. Sin embargo, en 1652 sobrevino una gran rebelión tarahumara acaudillada por Teporaca, y muchas misiones se despoblaron y hubo que comenzar de nuevo.


Santa Rosa de Lima de Cusihuiriachic.
 
A principios de la década de 1680, además de ranchos y estancias, comenzaron a aparecer las primeras explotaciones mineras. Un poco más tarde, en 1687, se fundó el centro minero de Santa Rosa de Cusihuiriachi, que llegaría a cobrar gran importancia durante los siguientes 20 años. La prosperidad de este mineral atrajo pobladores desde Sonora y principalmente de Parral.

En la región de Chihuahua, aunque para 1652 Diego del Castillo ya había descubierto las primeras minas, la afluencua de colonizadores fue lenta, debido en gran parte a la poca disponibilidad de mano de obra para las minas y las haciendas, situación que cambiaría al consolidarse las misiones.

Los frailes de la misión de Santa Isabel fundaron varios pueblos de visita en los márgenes de los ríos Chuviscar y Sacramento, como San Antonio de Chuvisca en 1694 y San Cristóbal de Nombre de Dios (en 1697) y San Jerónimo en 1707 (hoy Aldama). Al aparecer los primeros asentamientos indígenas, surgieron también los primeros asentamientos formados por colonizadores españoles, que eran haciendas principalmente agrícolas y también de beneficio de metales.


Antigua Misión de San Cristobal de Nombre de Dios, sobre cuyos cimientos se edificó el actual templo de San Juan Bautista.
 
De tal forma, Pedro Cano de los Ríos tenía San Jerónimo, y Tabalaopa que vendió en 1684 a don Domingo de Apresa y Falcón, además de grandes propiedades cerca de Babonoyaba (en el actual municipio de Satevó), Benito Pérez de Rivera las tierras al norte de Sacramento hasta Encinillas; la estancia de El Sacramento era de Pedro Núñez Falcón; de don Ildefonso de Irigoyen las tierras de la Labor de Dolores, que comprendían la superficie en que hoy está asentada la ciudad de Chihuahua.

Para los primeros años del siglo XVIII, ya existían cinco o seis haciendas de beneficio de metales en los márgenes de los ríos. La de Juan de Perea, que ya trabajaba desde 1698 para procesar sus metales de la mina “San Matías”; la de don Nicolás Enríquez, que se llamaba “Guadalupe” y que estaba trabajando desde 1703; Trasviña y Retes con su hacienda de “Nuestra Señora de la Regla”, y se menciona la más antigua, con el nombre de “San Francisco”, de la que no se conoce el dueño, pero que seguramente influyó en el nombre del posterior Real de Minas San Francisco de Cuellar.


Santa Eulalia de Mérida. Foto tomada en 1910.
A la región de Chihuahua habían llegado antiguos pobladores del Nuevo México, que por la rebelión de los indios mansos en 1680 tuvieron que trasladarse hacia el sur, uno de ellos fue el indio converso Juan de Dios Martín Barba, quien fue uno de los descubridores de la mina más rica de Santa Eulalia. Pero fue Bartolomé Gómez, vecino de Cusihuiriáchic, quien el 4 de noviembre de 1702, la registró con el nombre de “La Descubridora”. Aquí comienza la primera bonanza de Santa Eulalia de Chihuahua, agregándose a esta mina: Nicolás Cortés de Monroy, Juan Holguín y Eugenio Ramírez Calderón.

A partir de entonces los registros de minas en el rumbo de Santa Eulalia fueron numerosos, unos con más o otros con menos fortuna en la ley de sus metales. De todos modos, la realidad se presentaba como un área prometedora que cada día se poblaba más mineros. Además, por esos mismos años aparecen otros dos pequeños reales de minas: uno que posteriormente se llamaría Chihuahua el Viejo (al noroeste de Santa Eulalia), y otro que fue San Pedro de Alcántara (en un lugar ubicado al oriente de San Francisco de Cuellar. Toda esa región era llamada "de Chihuahua", y conformaba ya un vasto distrito minero. 


Región de Chihuahua antes de 1709
 
Juan Fernández de Retana, capitán vitalicio del presidio de San Francisco de Conchos, recibió en 1708 instrucciones del gobernador Juan Fernández de Córdova para que hiciera una visita de inspección a las minas de Chihuahua y proveyera las mejores providencias para la creación de una alcaldía mayor en dicho real. Después de la visita de Retana, éste tomó la decisión de que la población se formara en la junta de los ríos Chuviscar y Sacramento, topando con el inconveniente de que estos terrenos pertenecían a las familias Apresa y Falcón y a don Ildefonso Irigoyen. En febrero de 1708 falleció Fernández de Retana y sus gestiones quedaron suspendidas. No será sino hasta finales de 1709 cuando el nuevo gobernador, don Antonio de Deza y Ulloa, practique una nueva visita a la región y decida ejecutar el proyecto de Fernández de Retana.


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